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INFO

Hugo Moraga debutó en 1974, comenzó a grabar en 1979, en sus inicios fue parte del movimiento cultural contrario al gobierno de Augusto Pinochet y esas coordenadas históricas pudieron moldear algunos de sus rasgos musicales: un inconformismo a toda prueba, la virtud de no ser explícito en sus versos y la capacidad de desplegar las posibilidades de una guitarra acústica.
El estudiante Hugo Moraga alcanzó a cursar un año de arquitectura en la Universidad de Chile, en 1972. En 1973 no volvió a la facultad. Desde cuatro años antes ya tocaba guitarra, y en adelante se iba a dedicar a ese oficio. Su debut fue un festival de la canción de un colegio en avenida Recoleta, del que lo único que recuerda con certeza es el director de la orquesta: Horacio Saavedra.
Desde el comienzo sus canciones de estilo acústico se escucharon en colegios, peñas y festivales, con el registro ocasional de una casete como único recurso, por medio de la grabación informal de un recital o del soporte doméstico de una grabadora casera de dos botones rojos: rec y play. Hugo Moraga actuaba en vivo en la primera Casona San Isidro, el Kafee Ulm, el Café del Cerro, el Taller 666, la Parroquia Universitaria y universidades en Valparaíso o Temuco.
Moraga relata: "Esa es la razón de que yo tenga casetes. Porque yo iba y los vendía. Yo no tenía dónde grabar bien. Entonces sacaba de los conciertos registros que podía meter en un casete, darles una forma, después lo replicaba, hacía un máster y de ahí sacaba casetes para vender."
Con todas estas fuentes, y aún al margen del negocio discográfico como una condición constante, el autor tiene escritas dos composiciones esenciales de la música popular chilena como "La vida en ti" y "Romance en tango", y su cancionero es un inventario de inquietud musical para muchos cantautores chilenos.

–El amor, el dolor, todos los aspectos de la existencia humana vienen presentándose en las distintas etapas de las vidas de las personas –dice–. Este ir y venir de mis canciones también me permite ir y venir dentro de mi vida, y la sensación que tengo es que los tiempos no califican ni cuantifican esa emoción. Uno puede reaccionar a un ritmo, al ruido totalmente primitivo de un didjeridú de Australia, así como a Bach, Mozart, los Beatles o un solo de Jimi Hendrix, y es la emoción que te produce la música, independientemente del tiempo.

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